NETFLIX – BAJO DEMANDA – SERIE

De vez en cuando, se abre una puerta en algún lugar del laberinto de una plataforma de transmisión. Cruzando este umbral, nos sumergimos en otro mundo imaginario. El de El intercambio está hecho de lucre y libido, de restricciones insoportables y deseos insatisfechos, de llamativos adornos de un lujo ya obsoleto. El único filtro que suavizará las pasiones y los colores estridentes es el de la nostalgia: la serie está ambientada en 1987, tres años antes de que las tropas de Saddam Hussein saquearan el país.

En ese momento, las mujeres iban con la cabeza descubierta, pero no podían divorciarse sin estar representadas por su padre durante todo el procedimiento. Esto es lo que le sucede a Farida (Rawan Mahdi), madre de una hija apenas adolescente que ha decidido dejar a su marido. Para mantener su estilo de vida, se une a su prima Munira (Mona Hussain) como asistente en la Bolsa de Valores de Kuwait.

Encontraremos en un escenario fuertemente estructurado algunos elementos de la gran cancha, el largometraje de Adam McKay. Nadia Ahmad y Adam Sobel, los creadores, no rehuyen la pedagogía y, de hecho, un episodio está dedicado en gran parte a las ventas en corto. Pero estamos en medio del conflicto iraquí-iraní, y los vecinos están haciendo mucho ruido, literalmente -escuchamos la explosión de un misil iraní en un petrolero- y en sentido figurado -el auge económico que vive Kuwait está amenazado por la ausencia regional.

El anclaje de la serie en la geopolítica y las finanzas (el escenario en el horizonte del crack de octubre de 1987) lastra sus impulsos melodramáticos con un poco de gravedad, sin entorpecerlos.

Exceso y complejidad

El intercambio dibuja sobre todo las trayectorias de sus dos heroínas. Farida proviene de una familia de intelectuales (su padre es redactor jefe de un diario), mientras que Munira creció en círculos financieros. Ambos están retorcidos en una red de lealtades que el guión disfruta entrelazando. El primero ha dado un paso adelante en el manejo de medios y análisis de información, el segundo ya domina las técnicas financieras. Una lucha por liberarse de las garras de su exmarido mientras que la otra tiene que lidiar con la presión familiar que provoca su celibato.

Rawan Mahdi y Mona Hussain no dejan nada que ignorar sobre las emociones de sus personajes. Su actuación desciende directamente de la tradición nacida del cine egipcio. Pero este exceso (que muchas veces resulta, cromáticamente, en un maquillaje espectacular) no evita la complejidad.

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