IEl «vélotaf», una práctica que consiste en ir al trabajo en bicicleta, un parto de una estética particular: cámara GoPro muchas veces montada en el casco, los seguidores de este medio de transporte ecológico documentan sus trayectos cotidianos a modo de thriller. En el papel de la amenaza omnipresente: el coche, un monstruo metálico que devora el betún como un gran depredador, sin riesgo para la movilidad emergente.

En este vídeo, subido en Twitter el 19 de abril por @vélotaflyon, asistimos a una escena bastante banal, de la que existen innumerables variantes en las redes sociales: queriendo girar a la derecha, un coche rojo vuelve a caer sobre el carril bus que también actúa como carril bici y corta magistralmente el paso de una «velotafeuse», como si de una especie rodante subordinada se tratase.

Un puro comportamiento de dominio vial que da lugar, como suele ocurrir, a un tenso intercambio. Cuando el ciclista le pregunta al automovilista si encuentra esto » normal «él responde que ha puesto su señal de giro y agrega: “¡Me cabreas! » Parece un león enfadado al que de pronto acudiría una gacela para disputarle su hegemonía en la sabana. De fondo, resuena la ronca queja de Michel Sardou, quien, invitado en «20:30 el sábado» hace seis meses, en France 2, expuso, sin ser contradicho, su frío odio hacia el ciclista, quien, es necesario Admítelo, a veces pisotea los preceptos del código de circulación: “Pasan todas las luces rojas; el siguiente, me hago a mí mismo. » En 2022, 244 personas murieron en bicicleta, un 30% más que en 2019.

«¡Estaciona en otro lugar, mierda!» »

Eso sí, no todos son entusiastas del bike-to-work-sleep que cayeron en el campo de honor silbando Lagos de Connemara. Pero el «velotafeur», por la cotidianidad de su práctica, se enfrenta más que nadie a los peores comportamientos del asfalto, a menudo agrupados bajo el hashtag #violencesmotorisés: aparcar en carriles bici. («Sí, pero es sólo por un minuto», suele argumentar el que no ha encontrado fuerzas para impulsarse hasta el aparcamiento vecino); incumplimiento de los candados para bicicletas, espacios seguros ubicados aguas arriba de los semáforos; apertura inesperada de las puertas; bocinazos inoportunos. ¿Y el incumplimiento crónico de la distancia de 1 metro en ciudad (1,50 metros fuera de las zonas urbanas), obligatoria en los adelantamientos? Una vez acoplado a su motor térmico, el humano se convierte en ocasiones en el alter ego de un lastimoso fregador de metro, excitado por el hecho de evolucionar más cerca de su presa, imponiendo su cálido aliento lastrado con partículas.

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