Los Perros de Navarra todavía muerden. Y mordida fuerte. Después de abordar la identidad nacional (en tus brazos2017), luego a las neurosis familiares (No todo el mundo puede ser huérfano, 2019), la compañía retoma el tema de la locura. Locura de una era llamada «moderna», donde la pérdida de sentido llevaría a la alienación y podría llevarnos -porque nuestras depresiones no se deben solo a nuestra vida íntima sino también al estado del mundo- a volvernos todos locos. La vida es una fiestaLa amarga antífrasis elegida como título de su nueva creación, presentada en gira, no desmerece el estilo trashy y el humor salvaje que marcaron el apogeo de esta manada teatral, liderada desde 2005 por el director Jean-Christophe Meurisse.
Nada más llegar, el público se sumerge en una formidable sesión de la Asamblea Nacional dedicada a la «facilitar el porte de armas». En los tramos de la sala, los actores-diputados de todas las tendencias políticas se pelean mientras, en el escenario, ministros y parlamentarios intentan defender su punto de vista.
En cuanto al Presidente de la Asamblea, se empeña, en vano, en lograr la vuelta a la calma. Este prólogo eléctrico baja el telón rojo para sumergirnos en un hospital psiquiátrico al borde de la decadencia, donde ha aterrizado un diputado de extrema derecha. Mientras nuestros representantes se deleitan con los pases de armas, el servicio público hospitalario, se va por el desagüe. A un paciente que consulta tras un intento de suicidio, el médico le responde: “Honestamente, a veces te envidio. »
Hilaridad e irreverencia
Sigue una sucesión de parodias, cada una más loca que la anterior, que ilustran una sociedad que ha llegado a un punto sin retorno. Desde la mujer de 40 años deprimida por el mal de amores, a la que un cirujano plástico le aconseja que se rehaga todo el cuerpo, hasta la mujer de 50 años expulsada de su empresa por dos sonrientes jóvenes directivos del «país de las start-ups». » («Se acabó los boomers»), al pasar junto a un Ministro de Salud que vino a visitar y escuchar los agravios del personal mientras permanecía impasible ante un paciente esquizofrénico que lo cubría de mocos y excrementos, La vida es una fiesta transgredir y perturbar. En la hilaridad, a menudo en la cita, a veces puede suceder la inquietud. Pero esta irreverencia, cara a los Chiens de Navarra, pretende reflejar una sociedad brutal y vanguardista. Así que nos reímos de la tragedia para no hundirnos.
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