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En 2021, unos 215 millones de brasileños lloraron un carnaval que forma parte del ADN de todo un pueblo: la edición fue cancelada debido a la pandemia de Covid-19, que mató a 700.000 personas. Y el año pasado se había llevado el carnaval a abril, se habían prohibido las muy populares procesiones callejeras, que podían reunir a cientos de miles de juerguistas… y regadas con mucho alcohol.

Para esta edición de 2023, el fervor alcanzó su punto máximo durante el desfile de las doce escuelas de samba, los días 19 y 20 de febrero, frente a 70.000 espectadores cada noche y decenas de millones de televidentes.

Está en juego el disputado título de campeón del carnaval más grandioso del planeta, el encuentro del año de los brasileños, una salida, un paréntesis encantado de júbilo popular. La escuela ganadora de este carnaval 2023 se conocerá el 22 de febrero.

Esta edición de 2023 también fue la primera desde el regreso al poder del presidente de izquierda Luiz Inacio Lula da Silva, quien en octubre derrotó al saliente jefe de Estado de extrema derecha, Jair Bolsonaro.

“El carnaval representa la cultura de todo un pueblo, antes de que se reprimiera la libertad de expresión de nuestra cultura”, dice Carla Andrea Barbosa, una cincuentona diseñadora de vestuario que lleva treinta años allí. El gobierno de Bolsonaro había suprimido el Ministerio de Cultura, recortado los créditos y censurado las creaciones que lo depositaban.

Lula prometió devolverle su lugar a la cultura en Brasil y, signo de los tiempos, la ministra de Cultura, Margareth Menezes, desfiló en lo alto de una carroza de la escuela de Mangueira durante la noche del domingo al lunes.

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