Como cada año, a finales de diciembre, un ideograma emblemático del año entregado es caligrafiado con gran pompa en el recinto del templo de Kiyomizu, en Kioto, por el superior: para 2022, el deikusa (antigua palabra que significa “conflicto, guerra”). Esta elección refleja la ansiedad latente que prevalece en Japón tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la escalada del enfrentamiento entre China y Estados Unidos. La gira diplomática del primer ministro, Fumio Kishida, que comenzó en París el lunes 9 de enero, antes de continuar en Roma, Londres, Ottawa y Washington, se enmarca en este contexto de tensiones que llevó al Archipiélago a adoptar, el 16 de diciembre de 2022 , una nueva doctrina de defensa.

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Este “estrategia de seguridad nacional” prever un refuerzo drástico de las capacidades de defensa de Japón. Limitado desde 1976 al 1% del producto interior bruto (PIB), umbral simbólico de una política puramente defensiva, el gasto militar debe ascender al 2% del PIB en 2027. En los últimos cinco años, Tokio dedicará una suma de 43 billones yen (300 mil millones de euros). El país, hasta ahora una potencia militar media, pretende adquirir capacidades de contraataque para poder atacar en sitios que representen una potencial amenaza y fortalecer la coordinación operativa con su aliado estadounidense.

Cambio geoestratégico

Japón había acostumbrado al mundo a una evolución gradual de su doctrina de defensa, a través de reinterpretaciones de su pacifismo constitucional. Esta vez ha traspasado un nuevo umbral, vaciando un poco más de sentido lo dispuesto en el artículo 9 de la Constitución, por el que renuncia a la guerra. Este cambio geoestratégico habría causado indignación en la opinión pública hace unos años. Pero en este momento crucial de la historia del Japón de la posguerra, el debate gira en torno a la forma de financiar este esfuerzo defensivo y no a los demás intereses nacionales del archipiélago (económicos, diplomáticos), señala el periódico. Nikkei Asia.

Dos fórmulas dieron en el blanco en una sociedad que ya estaba preocupada por las demostraciones de fuerza de China en torno a Japón. “Lo que sucede en Ucrania puede suceder en el noreste de Asia”, a declaró el primer ministro Kishida, dando a entender que esta invasión podría constituir un precedente para animar a China a atacar Taiwán. Dada la proximidad del archipiélago de Okinawa, donde está estacionado el grueso del contingente estadounidense, el país estaría envuelto en el conflicto.. “Si Japón es atacado, ¿quién lo defenderá? », añadió el ex viceprimer ministro, Taro Aso, una figura de derecha que, desde hace décadas, hace campaña para que Japón vuelva a ser un «pagar normalmente»con todos los atributos de la soberanía, incluido un poder militar sustancial.

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