La cazuela de hierro fundido y los fuegos del amor

Cae sobre él una llama dantesca, una fuerte lluvia del fin del mundo. Habiendo tenido los dueños la amabilidad de regalarle su mini-sofá de fieltro burdeos, tiesa como la muerte, ella se deja hundir lo mejor que puede, entre todos estos ángulos rectos. Con los brazos extendidos, mira al techo. Ella finalmente está en casa. Ella tiene un techo sobre su cabeza. Un techo formado por unos halos amarillentos, estigmas de viejos daños por agua, y sin embargo, sobre ella, este techo con la boca de un cielo estrellado en las altas montañas. Veinticinco. Visitó veinticinco apartamentos antes de encontrar este. Alquilado por primera vez por una pareja de grandes burgueses católicos de Francia en caqui.

Abandonada por su grupo de amigos que abandonaron París tras el confinamiento así como por sus hijos, la menor acaba de marcharse a Londres, eso es todo, están decididos, planean plantar su retiro en la arena y el bosque de las Landas. Él, con su eterna carita de niño, mejillas carnosas, ojos azules húmedos, se refirió a ella un poco antes al sonar su mundana risa de tenor en el pasillo alfombrado color crema, ¿sabes decir retiro en español? Júbilo. Todavía es más emocionante. Recostada detrás de él, su esposa desplegó una sonrisa de camuflaje ligeramente febril, aplastando la hermosa cruz nacarada que colgaba de su cadena de oro.

capa de polvo

Mientras se acuesta en su nuevo sofá, en medio de su nuevo apartamento vacío, sus ojos vagarán por el lado abierto de la cocina y, finalmente, caerán en una intrigante masa azul sobre uno de los armarios. Ella se levanta, trepa de alguna manera sobre el plan de trabajo para llegar a la altura del objeto de su curiosidad. Es una cacerola de hierro fundido, de esas hechas para albergar la herencia francesa y dejarla madurar durante largas horas en una salsa de vino. Un descuido de los dueños. Ella siempre soñó con tener uno. Más precisamente, siempre soñó con tener una familia capaz de atacar en torno a una cacerola de este tipo.

Ella levanta la tapa. La capa de polvo que lo cubre es tal que forma mini-territorios gris ratón. En el interior, sorpresa: un paquete de hojas y, encima, líneas y líneas escritas con bolígrafo negro. La escritura es la misma que la de la camiseta con elásticos rojos que le regaló la mujer del dueño, con dentro, en perfecto estado, las instrucciones del horno, de la lavadora, del lavavajillas, de la caldera, suelo guardarlo todo , puede ser útil, había dicho ella con su voz de gran timidez casi borrada.

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Melín Álvarez

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