Entrar en la frase de Marie-Hélène Lafon es como enrollarse en una suave espiral; avanzando, por suspensión y rodando, bajo la resaca de caracteres alineados; serpenteando a través de los giros y vueltas de una dinastía, el Santoire, también el nombre de un río. La patria es Cantal, abandonada a los 18 años. “Este fantasma catalogado llevó una existencia intermitente en las respuestas de sus conciencias” : si estas palabras dehistoria de hijo (Buchet-Chastel, como todas sus novelas, Prix Renaudot 2020) designan la imagen perdida, un padre sin nombre desde hace mucho tiempo, también se aplican a esta región seminal. Para André, en su búsqueda del autor de sus días como antes de este Cantal indefectible, se trata de «frente al fantasma». Amasando una pasta temática obsesiva, una misma reminiscencia puede germinar en forma de nombre, crecer en forma de fecha, eclosionar de nuevo en el recodo de una situación, empujar una nueva hacia una novela o al revés. .

Cada libro, desde 2001, es bifurcación, ramificación que se va desplegando por ecos y desplazamientos, capas de silencio, afloramientos volcánicos. Camina en esta floreciente geología romántica, relieves nítidos y sombras suaves mientras aparecen Las fuentes y que todos los volúmenes anteriores son reeditados.

País

Dentro «este país perdido a 1.000 metros sobre el nivel del mar»en el corazón de las montañas de Cantal, está el fondo, donde “todo es más dulce”y la parte superior, “cubierto de nieve entre noviembre y abril” : ellos “nacionales de los cuatro cantones del país alto” son apodados » ellos gabat » («los salvajes»). Una región de Auvernia partida en dos, como la mujer «separar» desde Fuentes. En este libro, dice Marie-Hélène Lafon al «Mundo de los Libros», el marido tiene una “relación afectiva con las noticias del mundo. Pompidou, porque nació en Cantal, es sobre todo el que murió de la misma enfermedad que su tía Jeanne, más o menos al mismo tiempo que ella…”

Sus libros de plantillas están cortados a través de la noche de un mundo que ha entrado en un largo invierno, pequeña agricultura de montaña, para crear un espacio posible allí. Una literatura de intervalo para contar el engullimiento del universo de los orígenes: campesinos, trabajadores agrícolas, pastores, oficinistas, «que se ganan la vida con los animales, su carne, su leche»ver su mundo cambiar a través del XXmi siglo. Un país no teme que acabe poblado por más muertos que vivos. La casa de María y Juan, en Los últimos indios (2008), es la metáfora de este país cerrado. La madre preferiría ver morir a sus hijos adentro que irse del país: “Los muertos estaban en la casa, en sus paredes y en su aire, respiraban con los vivos. »

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